¿Tienes idea de cuál es el peor enemigo de la vitalidad? Pues, empieza con “e” y termina con “strés”. Así es: lejos de solucionar nuestras problemáticas, el estrés vacía al hoy de sus fortalezas y opaca tus ganas de vivir.
El gran problema.
En realidad, el estrés representa la reacción natural de nuestro organismo para afrontar o evitar momentos de peligro. ¡Hasta aquí vamos bien!
El problema aparece, cuando esta reacción se convierte en crónica y se dispara frente a situaciones que en verdad no son peligrosas, tales como preocupaciones laborales o embotellamientos. En este último caso es cuando los riesgos de desarrollar todo tipo de enfermedades comienzan a multiplicarse.
Así, el estrés crónico incrementa la probabilidad de sufrir un ataque cardíaco, debilita al sistema inmune y nos hace más propensas a caer por una gripe o resfrío y favorece la ansiedad o depresión.
Ya la tienes en ti misma y yace en ese acto que realizas de forma constante e inconsciente: tu respiración.
Para empezar, ¡es casi seguro que la estás ejecutando mal! De hecho, si eres como el promedio, es muy probable que en este preciso momento estés respirando “de pecho”, es decir, de un modo rápido y superficial. Pero, para acabar con el estrés, tendrías que respirar más profundamente, desde tú abdomen. Esta es la única técnica que te permitirá llenar tus pulmones de aire, oxigenar tu cuerpo, equilibrar tú presión arterial y normalizar tú ritmo cardíaco.
Cómo ponerla en práctica.
Renunciar a ciertos hábitos para asumir otros más saludables no es algo que se logre de la noche a la mañana. Lleva algo de tiempo, motivo por el que es importante que seas paciente contigo misma.
Entonces, para obtener buenos resultados, te invitamos a que hagas lo siguiente:
* Refúgiate en un lugar cómodo y silencioso y cierra los ojos.
*Enfócate en tu respiración: primero, respira como lo haces de costumbre y luego trata de ir profundizando tus inhalaciones. Debes sentir que tú abdomen se llena de aire.
Lo ideal es que repitas este procedimiento a diario, entre 10 y 20 minutos por día. ¡Haz la prueba! Te sentirás muchísimo mejor.
Enviado por: Valentina Mongrell
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